Por Martín Quitano Martínez
Para algunos hombres que hacen gala de ser demócratas, la democracia es una camisa de fuerza.
Ignacio Manuel Altamirano
“Hagan lo que hagan” los enemigos de este gobierno no lograrán romper la continuidad de la verdad incuestionable, de la transformación inexorable que el “pueblo bueno” acepta convencido de que las cosas no son iguales y se debe seguir “haciendo historia”. Aunque haya que esperar todavía el cumplimiento de las promesas, como los parabienes anunciados con el arribo de aquellos que barrerían las escaleras de arriba para abajo pero que aún no sacan ni la escoba.
Una retórica moralista y repetitiva, con mensajes cuasirreligiosos en construcciones fanáticas que obnubilan las razones y cancelan las reflexiones o al menos la intención de pensar, menos de pensar distinto; así los discursos rectores y las actitudes de quienes ahora gozan del poder, expeliendo tufos autoritarios y antidemocráticos. Las cosas se harán solo como ellos quieran, para eso son mayoría, para eso reclaman ser la única y verdadera representación del “pueblo”. Con ellos todo, sin ellos nada.
La intransigencia que otorga el gozo del pinche poder, no logra esconder la miseria de quienes, sujetos de las pasiones que sus “representaciones incuestionables” les dan, acometen violentando todo lo que se atreva a cuestionar los ímpetus de sus verdades, a quienes piensan diferente, a quienes se atreven a opinar, al diablo las instituciones, las leyes. El advenimiento es un hecho y por mil años estará. Ay de aquellos que no lo entiendan, que no lo acepten.
No existe el debate político ni discusiones razonables y con valores democráticos. El espacio de la vida política y pública sólo puede leerse en las escrituras y los pensamientos de quien llegó para “moralizar” nuestra vida; su palabra no se cuestiona, se acata o serán señalados y despreciados quienes siquiera lo intenten. Los que se atreven a señalar los delirios o los delitos son enemigos. La tolerancia es un fantasma entre quienes reclaman ser humanistas.
Curiosamente, las actuales representaciones del pueblo se asemejan mucho a las anteriores que fueron olvidadas, caracterizadas por la ignominia, con comportamientos autoritarios, facciosos, intolerantes y arbitrarios, que sin lograrlo buscan esconder la incompetencia, desaseo, corrupción y opacidad que despliegan los nuevos vivales que cada vez más reflejan los rostros descompuestos de aquellos que fueron referentes de arbitrariedad e impudicia.
Su apuesta de la continuidad, cancela la posibilidad de que en un juego limpio y democrático puedan siquiera pensar en que pueda haber alternancia o no, porque están dispuestos a hacer todo lo legal e ilegal que se deba hacer para quedarse. Fuera máscaras dicen y ellos ya lo han hecho, juegan con fuego, elevan la apuesta con los denuestos e ilegalidades asumiendo que nada, hagan lo que hagan, les podrá detener.
Así han pensado y actuado antes muchísimos y han sido puestos en lugares diferentes a los que pretendían. Pedirles a los nuevos gobernantes humildad, decoro, respeto, pareciera ser ingenuo o sin sentido, sin embargo lo creo necesario, nuestras tragedias son muchas como para aumentar la oscuridad que podría venir de no lograrse atemperar las pasiones.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
Sí, resultó inconstitucional, cuando la ley es la ley.
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