El INE ya está tocado
Por Javier Solórzano Zinser
En relación al Plan B todo se ha desarrollado como se preveía. Se organizaron foros para debatirlo, el Legislativo organizó un Parlamento Abierto, el tema apareció por todos lados, pero al final el Presidente optó por el voy derecho y no me quito.
Lo que viene ahora es un capítulo más del tema en la Corte. En ella se va a debatir y decidir el destino del multicitado plan. El desenlace está lejos de ocurrir, pero por ahora lo que ha dejado este importante lío es una mayor confrontación en la sociedad en donde han prevalecido las impugnaciones, las confrontaciones, la falta de comunicación, las diatribas, pero sobre todo, la evidencia de que algunos temas para el gobierno, particularmente para el Presidente, son inamovibles.
En los próximos meses vamos a ser testigos de cómo se van a gestar todo tipo de críticas y presiones a la Corte para que apruebe el Plan B. El problema ya está entre nosotros, porque acorde a la ley difícilmente podrá ser aprobado. Más bien lo que se nos viene van a ser toda una serie de presiones en contra de las y los ministros.
Esto ya lo hemos visto a lo largo de varios años. López Obrador no ha dejado de tener en la mira a la Corte por considerar que defiende intereses particulares y que no responde a lo que “se le exige”. La mirada presidencial es relativa, la Corte ha venido cumpliendo sus funciones, pero resulta que cuando alguna decisión es contraria a lo que piensa el Presidente de inmediato se convierte en una institución señalada, criticada e incluso la llena de adjetivos.
El asunto de fondo está en el Plan B y cómo el Presidente quiere que el INE se convierta en una institución hecha a imagen y semejanza de como concibe deben de ser las elecciones. Es un tema que se ha tratado en innumerables ocasiones. Lo grave de ello está en que no hubo la más mínima disposición al diálogo, a pesar de haber desarrollado diferentes espacios para hablar del tema; simplemente el Presidente no quería que las cosas fueran diferentes y llevó las cosas una vez más al límite.
Lo que viene nos va a meter en líos mayores. El debate se va a extender a las calles y las movilizaciones serán parte de la estrategia de los críticos del Plan B y del Presidente. López Obrador no va a dejar la calle por ningún motivo y la va a utilizar de aquí al final de su sexenio para dos asuntos fundamentales: hacer campaña en favor de los candidatos de su partido, y buscar la manera de movilizar a todas sus huestes para no dejar de crear en el imaginario de sus furibundos seguidores la idea de que si no se aprueba el Plan B las elecciones estarán en riesgo.
Lo que es un hecho es que el proceso electoral ya está tocado. Las cosas caminan rumbo a límites en donde la confrontación será el signo de las elecciones. El Presidente no quiso construir un debate, porque en el fondo no quería debatir. Lo que pasó en el Parlamento Abierto, lamentablemente, acabó de ser en algún sentido inútil.
A lo largo de varios meses destacados partidos políticos, académicos y especialistas en redes sociales y medios de comunicación, se dieron a la tarea de debatir todos los pormenores posibles sobre lo que se podría hacer con el INE. En muchos casos las voces acabaron coincidiendo incluso entre simpatizantes de Morena y aquellos a los que no hay día que no se les señale desde la Presidencia.
Lo que pareciera estar a la vista es que nadie va a ganar con esto. Estamos en el intento de una transformación desaseada del INE y, por otra parte, está un número significativo de ciudadanos que no bajarán la guardia.
Es un problema con un final impredecible que a todos nos va a dejar inconformes de alguna u otra manera.
RESQUICIOS.
Es de reconocerse que con todo y protagonismo que por momentos se le ha visto a la dirigencia del INE han tratado en todo momento de echar por delante razones, ideas e intentos de abrir el debate para defender al instituto; como dicen conste en actas.