Por Sandra Luz Tello Velázquez
La ópera es una manifestación teatral que en muchas ocasiones resulta indefendible; están los acérrimos detractores y los asiduos amantes al espectáculo musico-teatral por excelencia, debo confesar que formo parte de ese último grupo.
Ante los argumentos que tachan a esta expresión artística como decadente, agonizante, elitista o excesivamente ficticia solo puedo decir que la asistencia a la ópera hace latir y bombear la sangre. Particularmente hay obras de Verdi que son un hechizo, una fascinación que me resultan tan irresistibles como ambivalentes.
En este mes que se conmemora el deceso de Giuseppe Verdi es preciso recordar que el compositor tuvo un cisma con la institución musical desde sus inicios, con exactitud en 1832, cuando el Conservatorio de Milán (que hoy lleva su nombre) le negó el acceso, señalando su técnica como deficiente y mínima, importante revés que lo liberó para siempre de la academia y como todo hombre libre se dejó llevar por su pasión.
Ese sentimiento y el melodrama son el atractivo de buena parte de su trabajo, en cuyas tramas adaptadas de grandes obras de la literatura presenta los antónimos de bondad y maldad, el poderoso y el subyugado, los pobres y los ricos.
El atractivo de buena parte del trabajo de Giuseppe Verdi es la contradicción, tejido de luces y sombras como la ira angustiante de Rigoletto, en contraste con el melancólico sacrificio amoroso en La Traviata o la consumación de la venganza en El Trovador.
Verdi dilucidaba la pretendida muerte de la realeza y de las monarquías, sus sórdidos atributos, el confluir de historias vinculadas al deseo, los himnos de batalla, la humillación de la alta burguesía europea, la reivindicación de lo popular ante lo pedante y la venganza individual.
Uno de los efectos más llamativos en su ópera es el monumental coral, la relevancia de las voces con toda la bravura e intensidad que cada tesitura brinda. Verdi le devolvió relevancia a las voces medias y graves.
Por último, la obra verdiana no tiene matices, es intensa, contrastante como su vida. Por tal motivo, Verdi está en sus arias, sus oberturas, coros y orquestación. Fuera de los escenarios teatrales y operísticos se le encuentra en series de televisión, películas, caricaturas, salas de espera, ceremonias o anuncios comerciales. Su música es la herencia para todo tipo de público y sigue vivo en los escenarios que resultan populares sin importar la recepción que tenga.