Por Rafael Arias Hernández
Como en muchas otras ciudades de Veracruz y del país, en la orgullosa capital del estado, en la “Atenas veracruzana”, en la ciudad de las flores, una forma de expirar incrementa su frecuencia y su presencia.
Esta forma de perder la vida no es, la noticiosa y condenable pérdida de existencia ocasionada por el mundo del crimen y del hampa organizada; y tampoco lo es, la lamentablemente ocasionada por los accidentes y lo imprevisto. Ambas, a fin de cuentas, existen y se caracterizan por el previsible quebranto de la vida, ocasionado por acciones, que ocasionan el desperdicio y pérdida del total del tiempo restante de existencia. No es el caso.
A la que hoy me refiero, es a otra forma de morir o perder parte de la existencia, a causa de la obligada o forzada situación de esperar, que a fin de cuentas hace consumir, dilapidar o desaprovechar, irremediablemente buena parte del tiempo disponible. Sí, hablemos de las obligadas esperas, que a fin de cuentas consumen vida y que se refieren a la necesidad de contar con una adecuada y suficiente capacidad de movilidad urbana.
¿Cómo se le puede llamar a los cada vez más frecuentes y prolongados embotellamientos, inmovilizaciones, atolladeros, obstrucciones en las vías públicas, a los cuales destinamos decenas de minutos y hasta horas, diariamente?
¿Nos hemos puesto a pensar, más allá del tiempo razonable, cuanto representa al día, esta pérdida para cada uno de nosotros?
¿Y en particular, cuánto y cómo afecta a los más pobres, débiles y en desventaja, que obligadamente tienen que trasladarse, varias veces al día, a sus centros de trabajo, educativo o de servicios?
Ellos, la inmensa mayoría de la ciudad, destinan cada vez más tiempo a esperar y esperar, que el tráfico fluya, que el pésimo y caro transporte público aparezca, para embarcarse en una aventura que más bien se ha convertido y ya es una tortura obligada y repetida.
Es más, nos hemos detenido a pensar y analizar, ¿cómo este problema junto con otros, se agravan día a día, por una falta de previsión ante sistemas viales obsoletos? ¿O ante un parque vehicular creciente, un costoso e inoperante transporte público?
Es más, las preguntas e inconformidades sociales aumentan, ante la comprobada ausencia ó complicidad de algunas autoridades. Sobre todo, cuando se prueba y comprueba, que se trata de improvisaciones y hasta de ocurrencias, de inapropiadas y hasta descabelladas ideas con las que se dice (o se simula y asegura), que se pretende resolver, ¿lo que ocasiona incrementar esas obligadas y largas esperas, que representan pérdida de tiempo?
¿Movilidad o inmovilidad?
No crea ni acepte lo que se dice o presume al respecto. Pregunte y pregúntese sobre las decenas de minutos y hasta horas que ahora tiene que perder.
Atrapados, paralizados, liberados lentamente, quedamos a la buena de Dios en una ciudad, de espacios, calles y vías en su mayoría cada día más reducidas y sobresaturadas de vehículos.
Mucho de esto, se repite y complica en otras ciudades y conurbaciones. Por lo pronto, hay que señalar que la movilidad humana es tanto un incuestionable derecho, como una ineludible responsabilidad gubernamental.
Lo cual lleva simplemente a realizar una evaluación actual, de cómo se atiende esta indiscutible prioridad individual y social. Sin duda hay mucho que hacer al respecto, para reducir y evitar complicaciones y pérdida de tiempo.
Seguiremos en el análisis de los múltiples aspectos y características de la movilidad urbana, en las principales ciudades, para identificar aciertos y señalar errores y falta de atención, suficiente y oportuna.
Academico.IIESESUV
@RafaelAriasH
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