Por Sandra Luz Tello Velázquez
Parece que en septiembre renace en los que somos mexicanos nuestro espíritu nacionalista, nuestro patriotismo, el verde nos llena de esperanza y nos revestimos de folclor, nos enorgullecen los bordados de color rojo sobre la manta blanca y el barro se transforma en una vajilla de alto valor. El 15 de septiembre dejamos de lado los juicios y críticas contra las autoridades gobernantes para gritar desde las entrañas: ¡Viva México!
Somos un pueblo lleno de ingenio y contradicción que en los momentos de euforia festiva se permite valorar sus raíces, la aportación de los pueblos originarios, el empuje de los insurgentes, dejando de lado que quienes liderearon en un inicio el movimiento de independencia eran criollos y mestizos y cuya efervescencia ideológica se gestó entre religiosos, políticos y militares.
Olvidamos que fue Porfirio Diaz quién instituyó que se festejara desde Palacio Nacional el 15 de septiembre, aunque el emblemático Grito de Dolores aconteció en la madrugada del dieciséis.
Como escribió Octavio Paz en El Laberinto de la Soledad el mexicano ama las fiestas, “todo es ocasión para reunirse. Cualquier pretexto es bueno para interrumpir la marcha del tiempo y celebrar con festejos y ceremonias hombres y acontecimientos.”, la fiesta se vuelve arte y la artesanía fiesta, quizá sea por eso que en este mes portamos con orgullo los colores del lábaro patrio en corbatines, aretes y moños o nos vestimos con prendas bordadas sin distinguir si son manualidades de maquila o verdadera artesanía hecha a mano, con denominación de origen, significado e historia, además olvidamos el evidente valor que representan las semanas dedicadas por los artesanos para su elaboración.
El llamado mes patrio nos permite dialogar con nuestra esencia, la noche del 15 se llena de grito, de baile, de alegría, de colores, voces y sentimiento de pertenencia, renace nuestra alma festiva que nos identifica en otras partes del mundo.
Sin embargo, yo soy mexicano o mexicana, debería ser nuestro grito interno de cada día, no solo en septiembre. Mostrándonos orgullosos de nuestra producción artesanal, no regateando, sino valorando lo que artistas locales producen, repasando nuestra historia para no repetir los episodios que nos duelen, decidiendo por nuestro país, levantándonos cada mañana para trabajar con honestidad, luchando por la equidad y la justicia, promoviendo la inclusión, festejando sin contaminar, para gritar con orgullo los 365 días del año: ¡Viva México!