Por Uriel Flores Aguayo
Algunas de las grandes interrogantes de nuestra historia tienen que ver con las preguntas que todo el mundo se hace sobre las circunstancias y la actitud de la gente que vivió las guerras mundiales, sobre todo la segunda, el holocausto nazi, la revolución cultural de Mao y el terror de Stalin en la URSS. Cómo pudo ocurrir eso y contar con el apoyo de la mayoría, en su momento, de sus sociedades.
Desde luego que es complejo dilucidar las causas de procesos de opresión y crimen. No es sencillo entender el comportamiento, incluso entusiasta, de quienes respaldaron al fascismo y al comunismo, con su estela de hambre y muerte que significó. Algo tuvo que ver la implantación popular de ciertas ideas que, por aberrantes que fueran, lograron ser adoptadas por la mayoría del pueblo; algo más influyó la propaganda y la demagogia; en esa línea destaca la masificación o colectivización de la sociedad, por llamarlo de alguna manera; también fue clave la conducción de líderes carismáticos y mesiánicos o providénciales. En general hubo circunstancias sociales, políticas y económicas que dieron como resultado liderazgos y movimientos totalitarios.
La gran Hannah Arendt, en su cobertura de los juicios de Nuremberg, elaboró una tesis universal para explicar la conducta de los peores criminales que estaban siendo juzgados. Ella habló de la levedad del mal, esa actitud evasiva, aparentemente normal, hasta burocrática que se escudaba en haber recibido órdenes para activar los hornos donde cremaban a millones de personas por ser de otra religión o tener alguna conducta que el purismo racial y fascista no toleraba.
Dice el dicho mexicano: “tanto mata la vaca el que la mata como el que le agarra la pata“. Hubo responsables directos pero también los hubo indirectos, ya sea por ser parte activa o por guardar silencio; al final todos fueron cómplices de los actos más inhumanos de que tengamos memoria.
Invoco esas interrogantes para trasladarlas a nuestro momento actual. El presidente AMLO impulsa una clara y peligrosa militarización de México, incluso violando la Constitución. Recientemente le aprobaron en la Cámara de Diputados reformas legales para que la Guardia Nacional sea parte formal de la SEDENA. Eso es violatorio de la constitución y se constituye en la cima de la militarización de nuestro país. Es de obviedad. Menos para la clase política en el poder y sus intelectuales orgánicos.
Hace poco ellos desplegaban intensas campañas para oponerse a la militarización de Felipe Calderón. Estando en el poder cambiaron de opinión. Queda la duda si lo hacen por convicción o por seguidismo. El caso es que hacen lo mismo de lo que criticaban. En eso y en todo, hasta lo más absurdo, se comportan a nivel zombi, justificando todo con verborrea e insultos a la inteligencia. Guardando las proporciones en algo que es de nivel nacional y pequeño en comparación con heridas tan profundas a la humanidad como el holocausto y los desplazamientos forzados en la URSS, los resortes e identidades de sectores de la población en nuestro país tienen relativa similitud.
Esta izquierda curiosa que está en el poder, si se puede llamar así, es pródiga en contradicciones, incoherencias y adhesión fanática u oportunista a todo lo que indique el Presidente; son militantes del seguidismo y la idolatría, no de ideas ni causas. Viendo sus súbitos cambios de posición política hasta la irracionalidad uno puede entender las razones que dan base a las adhesiones sociales y de ciertos liderazgos a lo que sea que haga el poder; hasta la ignominia.
Creo que el único camino de la ciudadanía es apelar a la razón, depender de sí mismos, ejercer sus libertades y defender la democracia. Cerrar tajantemente cualquier posibilidad de que volvamos a vivir la levedad del mal.
Recadito: las necesarias obras en las calles de Xalapa, requieren un comando que coordine todo cotidianamente.