Por Francisco Reséndiz
La ambición entre liderazgos locales y regionales ha llevado a Morena a estar inmerso en su peor crisis interna desde su creación… y a que los equipos de sus aspirantes a la Presidencia de la República prendan focos rojos por eventuales fracturas, derivadas de condicionamientos de apoyos, que impacten sus posibilidades de triunfo en 2024.
El caos que vivió Morena el pasado fin de semana en sus elecciones internas -después de casi siete años de postergar este ejercicio- se resumen así: es la disputa de 3 mil lugares en su Congreso Nacional (diez por cada distrito electoral del país), y en que quienes resulten electos en automático serán consejeros y congresistas estatales y congresistas nacionales.
Y perteneciendo al Congreso Nacional (máximo órgano de dirección del partido), podrán competir por ser presidentes o secretarios generales del partido en sus entidades, ser parte de los 300 consejeros nacionales de Morena, disputar una cartera en el Comité Ejecutivo Nacional o la propia dirigencia nacional morenista.
Es ahí, en la cúpula del partido en el poder -que además de encabezar la Presidencia de la República, 20 gobiernos estatales, ser mayoría en el Congreso de la Unión y ser dominante en casi todos los congresos locales- donde se definen estrategias electorales, alianzas, candidaturas y posiciones políticas… así de sencillo pues entender por qué tanta violencia.
¿Y los focos rojos en los equipos de las “corcholatas”?
Primero: de acuerdo con dos sondeos ordenados por equipos de dos precandidatos presidenciales -a los que tuvo acceso este columnista y de los cuales ya dejan fuera de la ecuación a Ricardo Monreal- el canciller Marcelo Ebrard es más conocido a nivel nacional pero Claudia Sheinbaum es la que tiene, aunque por poco, mayor simpatía para que sea la candidata pero sin reconocimiento en el Bajío y el norte del país.
Segundo: al interior de la cúpula morenista advierten que los hechos de violencia y trampas que se ventilaron durante los dos días de la jornada electiva guinda fueron provocados por la ambición de cuadros que quieren colocarse en lo más alto del partido y desde ahí “vender caro” su apoyo a favor de alguno de sus presidenciables, y con ello generar tensiones que de nada sirve a una eventual continuidad de la 4T en el gobierno federal.
Nos dicen que en los equipos de Ebrard, Sheinbaum y Adán Augusto López ven con extrañeza el actuar del líder nacional del partido, Mario Delgado, por no haber operado para que las cosas salieran sin evidenciar a un partido que no deja de ser un movimiento que ha dado cobijo a políticos de todos los orígenes, muchos acompañados por mañas aprendidas del pasado. Delgado ha respondido que no permitirán que lleguen consejeros “a la mala”.
La preocupación de los tres presidenciables crece porque, a partir de pláticas con el Presidente de la República, han coincidido en que la consolidación del proyecto de la 4T tardará al menos tres sexenios más y no tener una “regresión” por eso “resultaría desastroso para el país”.
Advierte una de las fuentes consultadas para este espacio que entre los líderes que buscan un espacio en el Congreso Nacional hay quienes han decidido acompañar a uno u otro precandidato presidencial y que les han dejado claro que no debe haber peleas entre morenistas y atender la visión del Presidente López Obrador. “Pero está difícil. Esto es una pesadilla”, ataja.
La luz no asoma en la noche que se le ha venido encima al partido en el poder.
Batalla mexiquense
Y la lógica política del Estado de México avanza hacia los comicios 2023 donde se renovará el gobierno de esta entidad. Como lo adelantamos en este espacio el líder del PRD en el Congreso mexiquense, Omar Ortega Álvarez, cada vez toma más fuerza para ser el abanderado del sol azteca a gobernador del estado y será antes del 15 de agosto cuando se formalice su nominación.
Mientras, en el PRI, hay liderazgos priistas tanto en Palacio de Gobierno como en el Valle de Toluca, Ecatepec y el corredor oriente que comienzan a ver a su presidente estatal, Eric Sevilla, como opción real para ser candidato a la gubernatura ante las indefiniciones y grillas de los otros siete tiradores a la nominación del tricolor.
Nos hacen ver que Sevilla es el presidente del PRI en el Estado de México con mayor responsabilidad en la conducción del tricolor de los últimos tiempos, pues enfrentará la elección de gobernador del 2023 que será de vida o muerte para el otrora partido hegemónico en la entidad.
En el jefe de partido descansa no solo construir hacia su interior las estructuras municipales y seccionales, así como la elaboración de la plataforma electoral, sino que además su papel será clave en la firma de una alianza electoral con el PAN y PRD para competir contra Morena. Nos afirman que Sevilla tiene el respaldo del gobernador Alfredo del Mazo para las tareas inmediatas de organización… de ello dependerá su futuro.