Por Ruby Soriano
Nuestras carencias como sociedad participativa y crítica en torno a actos deleznables como la muerte de mujeres o los actos de violencia perpetrados por el crimen organizado, nos han llevado a consumir el cochambre digital y la basura noticiosa.
El periodismo oficial ha demeritado una profesión que tiene muchas aristas, pero que, desde esa óptica, muestra una sola versión para imponer como verdad única, la voz de gobiernos y autoridades empeñadas en ocultar o tirar investigaciones.
Todo lo anterior favoreció el surgimiento del llamado cochambre digital que hoy se escabulle en las redes sociales a través de los canales de youtubers que hallaron un nicho de mercado en la forma de abordar casos de violencia y muertes que acumulan morbo y reflejan muchas de nuestras carencias como sociedad.
Estos canales recientemente han adquirido popularidad con la forma de revictimizar a mujeres, familias y lo que vayan encontrando en el camino, para presentar sus propias verdades.
No conformes con ello, crean tribunas desde donde se enjuicia y se determina quién es culpable, se atribuyen hechos, se inventan testigos, todo bajo el amparo de las platarformas digitales convencionales y otras más que están surgiendo debido a la rentabilidad que les generan estos personajes, quienes de la nada se erigen como “periodistas”.
Resulta un ejercicio de tolerancia verlos narrar los acontecimientos de un hecho, sin preparación alguna, con el arte de la improvisación y de la labia.
Muchos de estos personajes surgieron de actos experimentales al crear su canal y empezar a mostrar el amarillismo puro, al que una sociedad como la nuestra, le gusta consumir debido al recrudecimiento de la violencia que, contada como una novela, da para muchas historias, hipótesis y teorías que sacan del contexto real lo sucedido.
Estos pseudopersonajes disfrazan su ignorancia y voracidad con una buena labia para empezar a crear realidades que “les dijeron, les contaron” sin que tengan argumentos o pruebas fehacientes de lo que dicen.
Hoy estos especímenes del cochambre digital capitalizan las tragedias con una monetización que se mide de tú a tú con medios formales de comunicación.
Resulta indignante comprobar que la basura vende, sobre todo cuando se trata de contar esas historias que den pie a muchas falsas teorías, sin importar revelar datos o información personal de una víctima.
Y es que, de lado de nuestro periodismo formal, se hacen grandes esfuerzos de investigación seria e independiente que se vienen abajo con la actuación de comunicadores, que sólo responden a los intereses oficiales y que son utilizados para difundir datos e información filtrada de manera intencional.
Estamos viviendo una verdadera recomposición de los medios de comunicación independientes que distan mucho de estar en estos canales promovidos por youtubers con lenguaje y conocimientos limitados, quienes abusan de esa otra ignorancia que arropa a quienes lo primero que les cuentan lo creen como verdad única.
Como periodistas también tenemos la obligación de aplicar nuestros códigos personales de ética, que prioricen, ante todo, seriedad a la hora de investigar e informar.
Que el cochambre digital no estanque la capacidad de una sociedad para exigir muchas alternativas de información que contribuyan a contar verdades y no difundir falacias.
@rubysoriano @alquimiapoder