El mejor antídoto vs. el PRI, un priista
Por Javier Solórzano Zinser
El mejor antídoto contra el PRI es un priista, pero sobre todo un expriista. El Presidente y muchos personajes que conforman su gobierno con pasado tricolor lo saben, hoy reniegan, pero antes juraban fidelidad eterna.
La desarticulación y desbandada del PRI tienen que ver con que perdieron el poder, hoy muchos andan entre quedarse o acomodarse. Quienes se van y tuvieron altos cargos conocen bien las debilidades del partido; saben dónde apretar el botón para que duela.
Saben también cómo provocarlo para poder desarticularlo aún más y para que a su interior se agudicen las diferencias. El PRI se quedó estancado en el tiempo y si tuvo un segundo aire en el 2012 con un singular candidato con más forma que fondo, se debió a que el PAN no consolidó un proyecto de gobernabilidad, a lo que habrá que recordar que en la elección del 2006 se presentaron muchas irregularidades que rebasaron el marco legal.
En el 2012 a López Obrador no le alcanzó. Se confundió y se sobrevaloró y cuando quiso reaccionar ya era tarde, a esto se sumó que corría en el ánimo social todo tipo de ideas, las cuales incluían críticas al tabasqueño, y otras confusas y absurdas como aquello de que “aunque roben y sean corruptos, por lo menos reparten”.
El pasado sexenio terminó siendo un desastre, con lo que de alguna manera se vino a confirmar que el PRI iniciaba su debacle y no iba a tener la capacidad de competir electoralmente, todos en el tricolor saben que el partido lleva un rato contra las cuerdas.
El PRI a lo largo de su historia ha sido un partido cohesionador, porque era un apéndice e instrumento del gobierno en el ejercicio del poder. Los gobiernos tenían al partido como una agencia de colocación de empleo, era útil hasta para deshacerse de funcionarios quienes terminaban en el PRI dándose el lujo de entrar por la puerta grande del partido.
En el tricolor se hacía trabajo político, pero sobre todo se conservaba el salario. El PRI creció en solitario lo que le dio una gran capacidad de maniobra que le permitió gobernar al amparo de la creación de instituciones cargadas de luces y sombras.
No tiene sentido soslayar lo que fue el PRI en amplios sectores de la sociedad, fue un partido sin oposición y omnipresente. Armand Mattelart, destacado e influyente especialista de la investigación de la comunicación, nos decía en un viaje por la maravillosa orografía del estado de Guerrero allá por los 70, que le impresionaba que en los pueblos más recónditos había, como era de esperarse, anuncios de Coca-Cola, pero que no se imaginaba que la propaganda del PRI le hiciera segunda y en muchas ocasiones primera; el tricolor era una especie de todoterreno y se movía en solitario.
El partido era gobierno y el gobierno era partido. No se han podido acostumbrar del todo a competir. Personajes como López Obrador lo conocen por dentro, no hay una gran evolución de los 70 a la fecha, y sabe cómo provocarlo y más ahora que va perdiendo día con día la divisa del poder.
Estos días el Presidente ha lanzado nuevas estrategias y pullas hacia el tricolor, las cuales, como la gran mayoría de lo que ha hecho, le van dando resultado. Los nombramientos de exgobernadores del PRI en consulados y embajadas han confrontado al partido en lo interno, es difícil imaginar que el Presidente no haya contemplado este escenario.
El Presidente sigue tocando el “son” que le conviene, porque sabe lo que provoca en un partido con síntomas de declive.
Es un expriista que conoce las entrañas de un partido en que militó, apoyó y padeció; digamos que tiene el antídoto.
RESQUICIOS
Joe Biden va a buscar la reelección junto con Kamala Harris. Se les viene una ardua tarea, porque en muy poco tiempo su gobierno se ha desgastado, las cosas se han complicado seriamente en el país y de manera paralela corre el fantasma de Trump. EU no va a elegir un presidente, va a elegir un futuro.