Por Yussel González/AFP
«Mi único delito fue defenderme del hombre que me violó». Feministas abogan por la legítima defensa en México, donde diariamente se cometen al menos dos feminicidios, y batallan por la libertad de una joven encarcelada tras asesinar a su presunto agresor.
«Ahora que estoy recluida me pongo a pensar que las leyes y la sociedad son injustas», escribe Roxana Ruiz, en detención preventiva desde mayo por el homicidio del individuo que, según ella, la violó y amenazó con asesinarla.
Su liberación es una de las banderas que agitará el movimiento feminista durante una protesta con motivo del día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer, este jueves en Ciudad de México.
«Tal vez debí dejar que mi agresor se saliera con la suya, se fuera y tal vez me dejara muerta o herida», añade la joven de 21 años desde la cárcel de Ciudad Nezahualcóyotl, en el Estado de México, la región del país que concentra más asesinatos de mujeres por razones de género.
De enero a septiembre de este año, México acumuló 736 feminicidios y 975 en total el año pasado, según cifras oficiales.
En su carta, Ruiz cuenta que tras tomar una cerveza con una amiga, un hombre a quien conoció en el lugar insistió en acompañarla a su casa. Una vez ahí, le pidió quedarse a dormir aduciendo que vivía muy lejos.
Pero cuando descansaba, la agredió sexualmente, la golpeó y amenazó con matarla, según su testimonio, en el que asegura que al defenderse lo asfixió con una camiseta.
Investigación deficiente
El camino para que Ruiz pruebe la legítima defensa va cuesta arriba, pues denuncia que tras el homicidio no le hicieron pruebas periciales ni se tomó en cuenta su declaración.
Su abogada, Abigail Escalante, también acusa deficiencias en la investigación, al señalar que las autoridades no aplicaron protocolos básicos como un examen ginecológico.
En una reciente manifestación afuera del penal donde está recluida Ruiz, algunas mujeres colocaron pancartas con leyendas como «la legítima defensa no es delito» o «el Estado es cómplice de los feminicidas».
«Lo que exijo es libertad para mi hija Roxana. Lo que él quería era matarla, aparte de violarla. La había amenazado, que la iba a matar y ella lo que hizo fue defenderse», afirmó en una de esas protestas Ana Ruiz.
Este caso fue precedido al de Yakiri Rubio, quien hirió de muerte al hombre que la agredió sexualmente en 2013 en Ciudad de México.
Rubio, que tiene ahora 28 años, estuvo presa y luego en libertad condicional acusada de homicidio. Quedó en libertad plena en mayo de 2015 luego de que su abogada, Ana Suárez, probara la legítima defensa.
A las autoridades «les disgusta saber que las mujeres podemos defendernos, entonces no quieren hacer su trabajo», afirma la joven.
Ahora ella y su abogada trabajan en una asociación en contra de la violencia hacia las mujeres, cuya labor incluye clases de defensa personal impartidas por un instructor de jiu-jitsu, arte marcial japonés.
«Esto no es para dar madrazos, es para aprender a salvar nuestra vida», dice María José Suárez, hermana de Ana y una de las organizadoras.
Además de esa protección, Rubio aconseja a las mujeres asesorarse bien en caso de que tengan que enfrentar a la justicia por su legítima defensa.
También es importante «que la familia te crea, que la sociedad te respalde, que te cuide, te proteja y que los medios de comunicación reproduzcan realmente lo que es», subraya.
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