Por Ruby Soriano
Cuando un gobierno se torna autoritario y despótico, pierde la dimensión de sus propios excesos sobre todo cuando se dirigen en contra de los medios de comunicación que no le garantizan sumisión, control y comodidad.
En Puebla soplan vientos de mucha mordaza alentada de quien resulta ser la imagen aumentada de aquel Gobernador que lo humilló y lo miró con desdén en tiempos de gran violencia política.
La violencia sin duda, regresó a Puebla en la imagen de un Gobierno del Estado que está empeñado en inhibir contrapesos y socavar la crítica.
Tenemos un gobierno que le batalló para llegar a una silla luego de esa bizarra batalla librada contra Rafael y Martha Érika Moreno Valle.
Qué rápido se les olvidó cuando eran las víctimas “del régimen”, cuando denunciaban los excesos, lloriqueaban los saqueos y las locuras de un gobernador enfermo de poder y venganza –decían-.
Al paso del tiempo, son pocas las diferencias que apreciamos en la Puebla de los demonios donde se anidan los conjuros más serviles del poder en turno.
¿Dónde quedaron los contrapesos para legitimar el mandato de un gobierno intolerante?
Quedaron lejos, distantes.
Hoy tenemos Presidentes Municipales agachados como mayordomos para servir de porra gubernamental.
Tenemos un Congreso Estatal donde sólo se anota lo que se debe aprobar, bloquear y rechazar, así actúan los diputados que fueron electos por un voto popular y que hoy responden a un solo poder.
Tenemos una clase política rebasada por el cortejo de hacer de su relación con el Gobierno, un perfecto maridaje de contubernios.
Así una realidad letal que alcanza a muchos medios de comunicación que eligen permitir, arrodillarse y sucumbir, frente a la indigna modalidad de transitar de acuerdo al mandato que se les da.
En Puebla se anuló la oposición política y social.
Se transita con municipios que han soltado su autonomía para pedir permiso antes de tomar decisiones.
Tenemos a un poder judicial etiquetado con lo timorato que puede llegar a ser el tribunal donde hoy se imparte justicia con la venia de un solo hombre.
Los diputados son un triste ejemplo de curules de arena provistas del servilismo más vergonzoso que pensamos guardaría las mínimas formas.
Tenemos voceros de traspatio que cobran derecho de piso para reclamar posiciones y exaltar el nepotismo.
Puebla no necesita silencios ni tampoco la intolerancia desde el ejercicio del poder.
Necesitamos a una sociedad con los tamaños para decirles a todos los que gobiernan, que ahí están gracias al voto de quienes tenemos todo el derecho y la libertad de expresar la inconformidad y evidenciar los excesos.
Hoy son tiempos del nuevo espionaje, de las escuchas y las órdenes flamígeras para tener al rebaño controlado.
Que lo indigno que puede ser el ataque hostil hacia el ejercicio periodístico y de la comunicación política, se transforme en la mejor forma de denuncia y de exhibir todo aquello que ponga en riesgo la libertad de ejercer de manera profesional un periodismo incluyente y libertario.
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