El teléfono, sonó otra vez…
Por Fernanda de la Fuente
Queridos lectores aquí estamos de vuelta para platicar con ustedes de todo lo que pasa aquí y allá.
Hoy hablaremos del huracán Grace, que en un par de horas alcanzó la categoría 3 y que así, sin misericordia, embistió Veracruz y estuvo encima de nosotros la friolera de dos horas y eso, hablando en daños y destrozos es mucho, muchísimo tiempo.
El problema no solo son los vientos y el daño que obviamente traen, también estamos hablando de grandes cantidades de nubes y de agua.
Pues bien, «Grace», así se llama el huracán, trajo mucho de las dos, pero no tanto como lo que yo he visto llover en Xalapa en los casi veinte años que llevo convertida en -xalapeña por adopción-.
Y no me refiero a la lluvia de los 20 años juntos, obvio no, pero sí a siete días seguidos sin menguar un minuto, lloviendo hasta que salen hongos sobre los hongos, hasta que el suelo no puede absorber una gota más de agua, se hinchan las puertas, los closets no cierran, la ropa ni de chiste se seca y empieza a oler a «rodilla» (el que entendió, entendió), ¡bueno hay tanta humedad que la ropa no se seca ni en las secadoras de ropa!
He visto huracanes que nos han tirado árboles y anuncios y marquesinas que han hecho volar por los aires ropa, lonas, plásticos, ¡mi ropa!, tapas de tinacos, láminas, hubo una en un huracán categoría uno, cuyo nombre no puedo recordar, salió disparada y aterrizó en la maceta de mis rosas y la rebanó, en un corte perfecto, por la mitad. Estaba impresionada la lámina y la maceta estaban perfectas, la primera no tenía daño alguno y la segunda con un corte exacto que consiguió que no se desbaratara ni se rompiera ni nada, solo así por eso me cuesta entender lo que pasó ayer.
Mientras más pienso más me enojo porque me lleva a la conclusión de que lo que puso a nuestra ciudad al borde de una gran catástrofe (imagine el mismo escenario a las dos de la tarde) fue un error humano, más bien un huevón inhumano, o varios… con perdón de mis queridos lectores por el exceso de «estoticidad».
Les voy a contar, el huracán tocó tierra en la madrugada del sábado, la que redacta porque escribe García Márquez, se quedó dormida porái de las cuatro de la mañana, confieso que estaba súper angustiada, pasé una noche espantosa cuando de pronto, antes de las ocho de la mañana suena el teléfono. La vida me ha enseñado que a esas horas el pitido del teléfono nunca trae buenas noticias.
Contesté inmediatamente, era mi comadre que lloraba y gritaba, se escuchaba muy asustada se podía oír además de su voz y la lluvia y agua que corría.
-¡Comadre, ayúdanos no contestan en Protección Civil, nadie viene y nos estamos inundando, el agua sigue subiendo, a Yair ya se le metió, ya perdió todo, está viendo de salvar a sus perros, los vecinos no saben qué hacer, dime qué hago!-
Le dije que yo también iba a llamar, que se subiera, que por favor ni de chiste trataran de cruzar por donde corriera agua y que rezáramos para que parara la lluvia.
Para no hacerles el cuento largo, se me hizo un hueco en el estómago, siempre que el teléfono suena a deshoras me va muy mal, el teléfono siguió sonando, somos un grupo de amigas de Yair las que estábamos muy preocupadas por él y que nos conocemos y nos queremos y nos apoyamos.
Entre llamada y llamada marqué no una ni dos, muchas, muchísimas veces a Bomberos, a CMAS y a Protección Civil Estatal, confieso que a la municipal ni siquiera se me ocurrió llamar.
Mi comadre me tuvo al tanto de todo lo que estaba pasando; mientras les digo porque lo viví, en PC Estatal, nunca, nunca contestaron, asunto que me pone muy, pero muy mal. ¿Saben? yo trabajé ahí y les puedo jurar que durante 6 años se contestaron siempre los teléfonos porque había guardias de 24 hrs y en emergencias como la que acabamos de pasar, todos los administrativos nos acuartelábamos en la oficina y no volvíamos a salir hasta que la emergencia terminara, ahí comíamos ahí dormíamos, ahí vivíamos y el sábado pasado PC nunca me contestó.
Bomberos y CMAS se tardaron más o menos tres horas en contestar. Obvio sí el agua hubiera seguido subiendo pues, para qué les digo.
Pero afortunadamente no, el agua paró y empezó a bajar, a tiempo para mi comadre pero no para mi amigo Yair y para cientos de vecinos de la Colonia Mártires de Chicago que lo perdieron todo y para quién no la ubique es la colonia que está paralela a Rébsamen con dirección del Centro hacia Las Trancas.
Ustedes pensarían que eso ya habría sido suficiente dolor y angustia, la gente sacó lodo y muebles y ropa y cosas echadas a perder durante horas, cuando de pronto llegan camiones de limpia, CMAS, Bomberos y una retroescavadora, alrededor de las dos de la tarde. Consideren que la gente estaba en el desastre desde las siete y media de la mañana.
¡Y que aparece el circo!, el mismísimo gobernador acompañado del inútil del alcalde (bueno, aquí ni a cuál irle) de una camioneta bajaron unas palas limpiecitas y un hato de cubetas y un grupo de muchachitas y muchachitos con libreta y pluma en mano y cara de asustados ¡¿?! las cubetas, las más corrientitas, de esas cafés o negras que venden en «Casa Ahued» (el anuncio es cortesía de la autora) pusieron las palas bien formaditas en el suelo, hicieron a la gente a un lado ¿y qué creen qué hicieron estos pedazos de gente?, ¡posaron para la foto los desgraciados, hasta les hicieron su montículo de tierra especial para que se viera que la estaban paleando!
Nada más y nada menos y cuando la gente les preguntó cómo los iban a ayudar, la respuesta de los dos fue «vamos a ver cómo los ayudamos».
Ni una cobija, ni una despensa, ni una colchoneta. La gente que lo perdió todo el sábado, durmió sobre el piso húmedo y frío porque salvo tomarse fotos, ni el alcalde ni el gobernador sabían qué hacer, no tenían ni un plan, ni una estrategia, bueno no llevaban ni paletas para los niños.
Del otro lado de la calle, por la parte de arriba, recogían los cuerpos de una mujer y cinco criaturas a las que les cayó un cerro encima. Dios los tenga en su gloria.
Resulta que están poniendo concreto hidráulico en esa calle, hace meeeeeses y que al concreto para instalarlo hay que ponerle plástico abajo, bueno pues, estos señores que están trabajando en esto, como todos los días dejaron todo desordenado y a pesar del aviso de huracán, se largaron sin importarles lo que pudiera suceder.
Comenzó el diluvio, el agua a bajar con fuerza, los plásticos se llenaron de líquido, piedras y basura y formaron un tapón enorme que no dejaba que el agua circulara, que de cualquier forma no tenía salida porque la ciudad está totalmente descuidada y no han desasolvado; las plantas tapan las coladeras porque no han arreglado las jardineras desde hace por lo menos dos años y que la pandemia no sea su razón, no es necesario que los jardineros trabajen en grupos, total que todo, todo se inundó la calle, la avenida, la salida a Rébsamen, todo…
¿Qué quién es el responsable? Sin duda el ayuntamiento, por lo tanto deberíamos de poner al bueno para nada de Hipólito en el sillón de los acusados y de paso a Cuitláhuac, finalmente él es el gobernador, es su responsabilidad y miren que presentarse con las manos vacías a tomarse una foto frente a los damnificados, eso literalmente es no tener ni tantita madre.
El domingo enfrente de la calle estaban apiladas todas las pertenencias , todas las pérdidas llenas de lodo y basura de los colonos de «Coralillos», como se conoce a esa parte de la ciudad, ropa, muebles, zapatos, juguetes, mudos testigos de la tragedia y la ineptitud del gobierno porque el camión de la basura pues, nomás no pasó…
Fonden: cancelado; Seguro contra desastres en Xalapa: cancelado; Entrega de despensas y apoyos: cancelado. Sigan votando por «morena»
¡He dicho!